4/30/2007

Delante (¿detrás?)


EL ETERNO RETORNO
Siempre vuelvo a ti.
Por más que lo intente ( aunque a veces no lo haga),
vuelvo a ti.
Y sé que me dejo llevar,
que me dejo naufragar en tus aguas
verdes.
Y sé que de vez en cuando
nado incluso, preguntándome
si con ese gesto conseguiré
(podré) escapar a tus corrientes.
Inútil:
siempre vuelvo a ti.
A ti, risueña, satisfecha
por volver a ti.
A ti, nunca ahíta de tus labios,
de tus curvas, de tus miradas.
A ti, esperando el gesto pródigo
de la mano amada
que devuelve la vida, el calor,
que revuelve, envuelve, disuelve,
absuelve.
A ti, mi arcadia privada, nunca hollada.
Siempre vuelvo, reina mía.
¿Sabes tú por qué?

Hitchcock y parques (III)

Me gusta ver a las aves enloquecidas en la primavera y el verano. Pero también me gusta verlas cuando transcurren pausadas y nos vemos (o quisiéramos) reflejados en ellas.
En los parques ingleses, siempre llenos de vida, hay escenas de auténtica calma que me gusta recordar. Como esta que suelo llamar "Hora punta en Hyde Park".










Pero no hay que dejarse engañar por las apariencias, porque detrás de estas hermosas ánades que surcan las aguas del parque de St.James (Londres)










...se oculta esta rara "belleza"

(No, no sé qué es. Pero los que estábamos allí acordamos unánimente llamarla "polla de agua", porque realmente es tan hermosa como una...)




Si empecé este post con las gaviotas hambrientas de Baiona, voy a terminarlo con una gaviota solitaria, en la otra Baiona (Francia).

Hitchcock y parques (II)


Evidentemente, no todas las gaviotas imponen tanto. En un viaje por el río Dart (Inglaterra) me hice amiga de una pequeña gaviota que posó con mucho gusto (tras el correspondiente soborno de pan, claro...). No se movió de nuestro lado mientras estuvimos allí... y la verdad es que no vimos el letrero (Please, don't feed the gulls!) hasta que ya era demasiado tarde...


Y desde luego aquella no fue la primera (ni será la última) vez en que me veo rodeada de pájaros. Hace dos años, paseando por Cáceres, una nube de pájaros (cuya especie no reconozco, admito) cubrió el cielo de la plaza en la que me encontraba con su griterío de prisa veraniega. Durante unos minutos entraron, salieron, se arrremolinaron, bailaron como uno sólo y sólo cuando se fueron nos dimos cuenta del estruendo que hacían.



Hitchcock y parques (I)

Hace un año, paseando por Baiona, nos cruzamos con una mujer que salía de su edificio. Nos fijamos en ella por su aspecto, un tanto estrafalario, y por su piel, morena como sólo lo puede estar la que lleva años a la intemperie. Antes de alejarnos lo suficiente para poder hacer algún comentario, nos sorprendieron los chillidos de las gaviotas. Levantamos la vista y allí estaban: docenas de gaviotas volando a toda velocidad hacia la otra acera. Salían de todas partes y de ninguna. Y allí estaba aquella mujer, con una bolsa plástica, esperando a que se acercaran.






Las gaviotas parecían conocerla bien. De hecho ni siquiera tuvo que llamarlas. ¿Era la hora? ¿Era su olor?










Lo cierto es que nos vimos rodeadas de docenas de ratas con alas, enormes, hambrientas, desafiantes....















...Y nos sentimos como en una película que no hace falta mencionar, aunque esta mujer no se pareciera en nada a Tippi Hedren...


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Las fotos son de A.C.


A Rouco Varela, paladín de lo humano; él, tan divino


















Piérdete

Alíneate.
No te quedes fuera.
La sábana no cubre
los pies de la cama.


Regístrate.
No seas anónima.
No hay tinta
si no tienes papeles.


Intégrate.
No seas distinta.
El sol no brilla
igual para todos.


Piérdete.
Pierde tu esencia,
tu alma, tu color,
tu acento.


Bienvenida
al mundo del blanco y negro.
¡Arriba la uniformidad!
¡Desterremos el arco iris!


Bendito sea el cordero,
el nadie, el siervo.
Bendito sea, porque él
sí sabe el camino.
Y no pregunta.


Bendito sea
el que no cuestiona,
el que no piensa,
pues él no ha de sufrir.


Bendito sea el hombre
hetero, blanco, católico,
pues de él es el reino
de los cielos
y (si dios no lo remedia)
de él será el reino de España,
la tierra prometida.


Amén.


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Interior de la iglesia románica de Collonges-la-Rouge (Francia). Verano 2006

4/29/2007

Dudo...




























Dudo, luego existo

A veces las nubes navegan contra el viento.
Y está bien que así sea.
A veces el mar no quiere llegar a la orilla y morir.
Y está bien.
De vez en cuando mi estrella no quiere apagarse con el sol.
Y eso también está bien.


Pero más allá de las leyes naturales,
de los ciclos y las mareas,
de piritas y cuarzos,
de estorninos y torcales,
más allá de eso
¿dónde está el bien?
¿está lejos el mal?


Y ahí me debato.
Ahí me debato.


Siglos de evolución
me han hecho lo que soy:
frágil, incompleta,
caminante, anhelante,
dadora, temerosa,
humana.
¡Ah! ¡Si ahora pudiera
tan sólo por un segundo
volar y desde el aire perfecto
ver el hoy, el mañana
y el nunca!
¡Si tras un breve latido
supiera!


Pero no.
Me he de quedar escarbando,
dentro y fuera,
buscando a tientas,
iluminando a ráfagas,
vislumbrando apenas.


Y no sé.

Charcos de soledad




















¡Qué maldición ser fuerte! Y ¡qué maldición parecer fuerte sin serlo!
Se nos carga el mundo en nuestras espaldas. Cada vez un poco más, cada vez alguien más. Y tenemos que arrastrar nuestra carga. Pensamos que lo hacemos con placer, con alegría, porque los queremos a todos. Y sí, los queremos, pero no nos dejan querernos ni vivirnos. No nos dejan caminar ligeros de equipaje (que es la única manera de seguir nuestro camino). Ojalá fueramos como el caminante aquel de García Montero...
¿Levedad o peso? Kundera decía que ansiamos el peso. Esa es la gran batalla. Lo ansiamos, pero nos condiciona tanto. Y tememos defraudarlo. Y medimos nuestros pasos para no desestabilizar la carga. Aunque sólo somos responsables de nuestra propia espalda, y no de todo lo que en ella nos han (nos hemos) cargado. De nuestro camino, y no de los pasos de los otros.
Amor; dolor; responsabilidad; libertad; soledad. Son nuestros compañeros de viaje; nos peleamos con ellos todos los días, y nunca salimos ganando.


HABITACIONES SEPARADAS (L.García Montero)
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.

"Te querré siempre, princesa", me ha dicho hoy.


Acércate, amor mío.
Acércate, déjame sentir tu calor.
Deja que tu piel empape mi alma, sedienta.
Esta noche necesito sentirte cerca.
Necesito palpar tu aire,
sentir tu voz,
saborear tu sonrisa
grande, abierta, generosa.
Dime, mi amor,
pues mis oidos son golosos,
que me quieres.
Dime que ya la luna no alumbra
si no es mi mirada la alumbrada.
Dime que las mareas no alcanzan,
que el sol es apenas un foco,
que el viento se paraliza
si no los ilumina mi mirada.
Que se acabarán los días
antes de que tú renuncies a mi amor.
Dime que la noche
es un largo desierto sin mi sonrisa.
Dime que los días
no son sino una condena
sin la bendición de mis besos.
Dime, mi amor, que te oiga bien claro,
que tus labios están yermos,
que tu cintura languidece,
que tu pecho marchita
sin mis besos,
sin mi abrazo,
sin mi caricia.
Dime, reina mía,
que nada puede medirse
con tu amor;
sobran escalas, pesos, medidas.
Dime que el aire,
cada vez que entra,
cada vez que sale,
lleva mi ritmo impreso,
mi acento.
Dime que no hay mañana sin mí.
Ni hoy.
Ni tiempo.
Dime, mi dulce niña,
que eres el siempre de mi siempre,
la palabra de mi poema,
el agua de mi mar,
la vida de mi vida.
Dime, mi niña,
que me amas.
Porque entonces podré decir
que mi alma, mi corazón,
mi vida, mi aliento
jamás tuvieron otro dueño
que tus ojos.
Dime que ese pedazo sublime de mundo
no pertenece a nadie salvo a mí.
Entonce te diré, con el corazón henchido de luz,
que te amo sin remisión, con locura.
Déjame sentir tu voz.

Van Gogh en la ría de Vigo















Inconclusa
Quedarme en ti.
Seguir contando tus pliegues con dedos hambrientos.
Sumergirme en tu calor, en tu blancura.
Saber que hay un mañana que no deseo.
Quedarme en ti.
Olvidar que la lluvia barre los cristales.
Que una más una son dos.
Que el sol no nace en tu sonrisa.
Quedarme en ti.
Y dejar mi nombre, mi casa.
Pues sólo tienen sentido
si tú lo nombras, si tú la habitas.
Quedarme en ti.
No acepto otra condena que no sea latir contigo
(ojalá fuera perpetua).
Quedarme en ti.
Sabiéndome yo .
Inconclusa. Siempre.

Túneles





A 100
Quiero acelerar en tus rectas, derrapar en tus curvas.
Escalar tus montañas; reposar en tus húmedos valles.
Vibrar con los badenes de tu vientre.
Recorrer las rotondas de tus pezones.
Zigzaguear por tus vértebras.
Ascender tu cuello dejando en él las suaves marcas de mis llantas.
Viajar hasta los confines de tus dedos, y allí detenerme para contemplar tu paisaje.
Quiero aspirar tu olor, con las ventanillas abiertas, mi cabellera al viento.
Rodear tu ombligo, una y otra vez.
Y cuando ya no tenga fuerzas para seguir recorriéndote, adentrarme en tus oscuros túneles, con los ojos bien cerrados para no perderme detalle.
Posted by Picasa

 
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